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jueves, 13 de diciembre de 2012

Un genio y un monstruo en la ópera

Misógino, racista, fascistoide, adúltero, megalómano... Es el retrato severo y desconocido, el oscuro reverso del perfecto americano que el escritor Peter Stephan Jungk y el próximo estreno mundial del Teatro Real (22 de enero) trazan de Walter Elias Disney en The perfect american. Una ópera basada en la polémica visión de la novela de Jungk (“Construida a partir de muchas biografías y algunas ficciones”) y musicada por Philip Glass. El nítido reflejo de las turbaciones del padre de Mickey Mouse a través de la obsesión de un exempleado de la factoría despedido y empeñado enfermizamente en desenmascarar su auténtica personalidad. Pero cuestionar a un mito de la industria estadounidense y la cultura pop (Warhol y Dalí le adoraban) respaldado todavía por una poderosísima multinacional es delicado. Por decirlo suavemente.

Gerard Mortier
encargó a Philip Glass esta obra cuando fue contratado en la Ópera de Nueva York (aunque nunca se estrenase allí). El compositor no había afrontado una historia de un compatriota. Disney era el americano perfecto, y él, el compositor ideal para la partitura. Excepto por la admiración que, de algún modo, profesaba hacia el creador de la industria de fantasía más grande de la historia. Y del temor manifiesto a ofrecer un retrato alejado del bondadoso tío Walt (como quería que le llamaran). “Temía a la factoría Disney”, resume Mortier. He aquí el tira y afloja generado a la hora de reflejar la crudeza del libro. 
“Cuando empecé, la gente pensaba que me iba a reír de él. Pero yo veo a Walt Disney como un icono de la modernidad. Un hombre capaz de tender puentes entre la alta cultura y la cultura popular. Como Leonard Bernstein, que podía pasar de un musical en Broadway a un ciclo de Mahler”, explica el compositor de Baltimore, esmerándose en justificar las luces y sombras de cualquier personaje. 
Fuente: EL PAIS
La profe

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